Comparte finca La Divisa la cultura del café en Colombia

MANHATTAN, Nueva York, EU, 18 de agosto de 2025.- Decenas de turistas llegan cada día a la finca La Divisa de Don Juan, ubicada en las montañas de Pereira, para vivir de cerca la cultura cafetera y descubrir el camino que recorre el grano antes de llegar a la mesa en forma de café.
Allí, entre cafetales y una cálida hospitalidad campesina, los visitantes se convierten en recolectores por unas horas, se visten con poncho y canasto, aprenden sobre las semillas, el almácigo y la siembra, y al final disfrutan de una degustación de diferentes preparaciones que muestran la riqueza de este producto insignia de Colombia; Quadratín Hispano participó en este recorrido para contar la experiencia.

La finca nació como un proyecto familiar en 2017, cuando los hermanos León decidieron abrir sus puertas para enseñar lo que habían aprendido de sus padres y compartirlo con el mundo. “Divisa de Don Juan en honor a nuestro papá, que fue la persona que nos inculcó el amor al campo y nos enseñó a trabajar, Divisa por ese paisaje y Don Juan porque papá se llamaba Juan, en 2017 nació la idea de abrir las puertas para enseñar lo que sabemos hacer, nuestra cultura cafetera”, explicó Liliana León, quien lidera el turismo en la finca.
La historia del nombre también refleja el cariño por su madre, a quien la familia decidió rendir homenaje al darle al café el nombre de su fecha de nacimiento, 28 de agosto. Con emoción, Liliana explica que no se trataba solo de producir, sino de darle identidad a lo que estaban construyendo, hoy todo el café de La Divisa de Don Juan se comercializa bajo esa marca y ofrece distintas presentaciones, como el café lavado tradicional y una edición especial fermentada durante 120 horas, reconocida a nivel departamental y convertida en una de las preferidas por los visitantes.
“Aquí les enseñamos todo lo que hay detrás de una taza de café, porque somos campesinos de pura cepa. Les mostramos desde cómo germina la semilla hasta cómo se prepara, y lo hacemos con orgullo, porque esta es nuestra vida”, agregó.
Parte del recorrido consiste en escuchar a los caficultores contar de viva voz cómo se trabaja la tierra y cuánto tiempo se requiere para que un grano esté listo, John Jairo León, tercera generación de la familia, explica que la paciencia es una de las claves. “Desde que yo siembro la semilla hasta el fruto rojo, pasan 32 meses, dos en el germinador, seis en el vivero y 24 meses para llegar al grano rojo. El café es como los dedos de mi mano, al sexto año baja la producción y la calidad, entonces toca hacer un corte, que llamamos soca, y el árbol puede durar hasta 20 años si se maneja bien”, señaló.

El trabajo, dice, es exigente, pero también gratificante, pues les ha permitido mantener viva una tradición que viene desde sus abuelos, quienes transportaban el café en mula por caminos de herradura. En la actualidad, La Divisa de Don Juan no solo cultiva y transforma el café, también lo exporta, Estados Unidos se ha convertido en uno de sus principales compradores, adquiriendo el 40 por ciento de la producción.
Pero detrás de cada grano está también la mano de quienes durante décadas han dedicado su vida a recolectar. En la finca se encuentra Joaquín Emilio, un recolector que comenzó en este oficio cuando apenas era un niño. “Empecé a recoger café a los siete años, cuando mi papá me sacó del colegio y me llevó al campo, aunque yo tampoco quería seguir estudiando. Llevo cerca de 45 años en este oficio, y el secreto está en el ojo y en la agilidad de la mano, para saber de inmediato dónde tomar el grano maduro”, relató.

El testimonio de Joaquín refleja la destreza y la experiencia que se requieren para desempeñar esta labor, una tarea que para muchos puede parecer sencilla, pero que implica concentración, práctica y dedicación.

Esa visión la complementa John Jairo León, quien señaló que uno de los grandes retos que enfrenta la caficultura no está en la tierra ni en la calidad del grano, sino en la falta de manos para recogerlo, explicó que cada vez es más difícil encontrar recolectores, pues las nuevas generaciones no quieren trabajar en el campo. “La mayor dificultad es que ya no hay gente que quiera coger café, los jóvenes no quieren ir al cafetal y se estima que en unos años no haya quien lo recolecte”.
Así, entre historias familiares, anécdotas de cafetales y la participación de los visitantes, La Divisa de Don Juan se ha consolidado como un destino que une tradición y turismo, cada recorrido es una oportunidad para entender el valor de una taza de café y reconocer el esfuerzo de las familias campesinas que lo hacen posible.

Quienes visitan la finca no solo se llevan el recuerdo de un paisaje único del Eje Cafetero, también una lección sobre la importancia de mantener vivas las raíces. En cada paso, desde la siembra hasta la degustación, se reafirma que el café colombiano es más que un producto, es identidad, cultura y orgullo compartido.