Muros de sed

De raíces, fronteras y otros espejismos
En la entrega anterior del capítulo Party: https://quadratin.com/opinion/muros-de-sed-16/
- Micke, el Coyote, obliga a Lucero a que liquide su deuda acostándose con él.
- Mientras lo hace, Lucero recuerda los besos de Raúl.
Capítulo XVII, Quake, qualm
Joaquín no recordaba haber visto nunca algo así. Quizás tal vez algo parecido. Aunque por supuesto nunca algo así. Hacía muchos años, tantos que los recuerdos se le empezaban a deslavar, a perder color. No recordaba nunca haber visto algo así. ¡Ah! sí, tal vez. Cuando la gente de su pueblo se alborotaba los días de fiesta. Los hombres se reunían en los corrales y acompañados de un matarife iban escogiendo los mejores animales para preparar la comilona.
Escogían reses, cerdos, a las gallinas ni falta que hacía: esas eran todas. Luego, eso sí que lo recordaba perfectamente, cuando el carnicero estaba a punto de hundir el cuchillo en el cuello del animal, los ojillos temerosos del puerco se desorbitaban y le agarraba una tembladera de carnes que no paraba hasta que el último chillido se le ahogaba entre la sangre que le brotaba del cogote. Nunca había olvidado esos ojos fijos que se sabían perdidos.
Ojos que soltaban de un golpe su brillo. Para él, esa era la mejor representación del miedo. Sólo una vez acompañó a los hombres a escoger el ganado para la fiesta. Ahora que recordaba, podía sentir bajo sus pies lo pegajoso de la sangre cuando empezaba a secarse. Todo el piso del corral se teñía de rojo. Ríos de sangre corrían por los chiqueros. Luego, todo se cubría de moscas que hacían de los cuajarones un festín. Tal vez eso era lo que estaba mirando mientras el médico de la morgue quitaba la capa que cubría el cuerpecito de un niño moreno que apenas y rasguñaba los diez años.
El pecho desgarrado a navajazos y los dedos de las manos apenas deteniéndose por una delgada piel sanguinolenta. Como si en su desesperación, hubiera querido detener la cuchilla. Pararla en seco. Y ahí estaban otra vez. Esos ojos secos, abultados, fijos, llenos de miedo. Fue entonces cuando la náusea le vino. Lenta, caliente. Hasta que se le convirtió en vómito. Un vómito incontenible que echaba afuera todos los demonios.
La Casita, Ciudad de México, 7 de julio de 2025.
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