Inspira panadería colombiana en Charlotte pese al temor de los hispanos

CHARLOTTE, Carolina del Norte, EU, 9 de julio de 2025.- En Matthews, una localidad al sureste de Charlotte que forma parte de su área metropolitana, una panadería colombiana se ha transformado en un espacio de encuentro, sabor y fortaleza para la comunidad latina. Nacida del esfuerzo de migrantes colombianos, el lugar simboliza el arraigo cultural y la capacidad de resistir incluso en tiempos marcados por la incertidumbre.
Desde que Donald Trump asumió la presidencia, con una política migratoria centrada en redadas masivas, restricciones al asilo y la eliminación de protecciones para personas sin estatus legal, el miedo se ha extendido entre familias latinas en todo el país.

En Carolina del Norte, ese temor atraviesa barrios, escuelas y pequeños comercios, afectando por igual a quienes tienen documentos y a quienes aún luchan por regularizar su situación; pese a ello, hay negocios que se mantienen firmes, como esta panadería, convertida en un símbolo de unión, constancia y esperanza colectiva.
Aunque de origen colombiano, el establecimiento refleja la diversidad de la comunidad que lo rodea. El panadero principal es venezolano, y entre sus clientes habituales hay mexicanos, dominicanos, salvadoreños y estadounidenses, más allá de vender productos típicos, el lugar funciona como un punto de encuentro donde se comparten historias, recuerdos del país de origen y anhelos de un futuro más seguro.

Gerardo, quien emigró desde Venezuela y es el panadero principal del local, lleva adelante la producción diaria con dedicación y conocimiento.
“Desde hace más de dos años estoy en Charlotte y me dedico a la panadería, un oficio que aprendí en mi adolescencia en Venezuela, aquí elaboramos de todo, desde pan hasta tequeños, esos palitos de queso con una masa muy agradable, este trabajo me ha permitido salir adelante y apoyar a mi familia y a algunos amigos que me han necesitado. Invitamos a todos a visitar La Panadería, les va a encantar la calidad de lo que hacemos”, comentó en tono alegre mientras armaba los palitos de queso.

Por su parte, Alberto Vásquez, quien emigró desde Colombia y hoy forma parte del equipo de La Panadería, cuenta su historia mientras prepara los tradicionales pandebonos. Recuerda cómo, antes de llegar a Estados Unidos, enfrentó la pérdida de su madre, el cierre de su empresa y la dificultad de empezar de nuevo en su país.
“Tomamos la decisión de venirnos a Estados Unidos porque nuestra hija nos pidió, ella es ciudadana, y además yo acababa de perder a mi madre, estaba solo, sin hermanos, eso me dio muy duro. Durante la pandemia también perdí mi empresa en Colombia, intenté reinventarme, pero fue imposible, a mi edad ya es muy difícil conseguir trabajo allá, así que decidí empezar de nuevo aquí”, narró con nostalgia Vásquez.
Con determinación y el deseo de construir un mejor futuro para su familia, Paola, originaria de Ibagué, Colombia, vive en Charlotte con sus cuatro hijos desde hace dos años. Como muchas mujeres migrantes su motor ha sido la familia.
“Me vine de Colombia por la violencia y porque el futuro allá estaba cada vez más difícil, sobre todo para mis hijos. Tengo cuatro y quería darles una vida mejor, llegamos hace dos años y desde entonces he salido adelante haciendo lo que sé: empanadas, papas rellenas… en Colombia tenía mi propio negocio. Lo contradictorio es que me vine de mi país por miedo, y ahora otra vez siento miedo, pero por otras razones, con las leyes de Trump, uno ya no sabe qué puede pasar. Mis hijos también lo sienten, a veces prefieren no salir o se limitan por ese temor”, dijo Paola mientras armaba las suculentas empanadas.

Según datos del último Censo de Estados Unidos, más del 16 por ciento de la población de Charlotte, equivalente a unas 142 mil personas, se identifica como hispana o latina. A nivel estatal, Carolina del Norte registró más de un millón de residentes latinos en el último conteo, tras un crecimiento de casi 40 por ciento en la última década. Estas cifras evidencian el peso demográfico y cultural de la comunidad latina en la región.

En ese contexto, espacios como La Panadería se convierten no solo en puntos de venta, sino en lugares de encuentro, contención y resistencia cultural. Entre hornos encendidos y manos cubiertas de harina, se hornean también lazos de comunidad. Porque mientras haya pan caliente sobre la mesa y un saludo en español al otro lado del mostrador, la esperanza de una vida mejor sigue viva para miles de familias latinas en Carolina del Norte.