
Proponen asociaciones de prensa latina para enfrentar retos ante IA
PRINCETON, Nueva Jersey, EU, 18 de octubre de 2025.- Si hablamos con franqueza, la trayectoria de búsqueda de información en internet es cada vez más simplificada. En lugar de visitar distintas páginas para encontrar lo que buscamos, hoy interactuamos con una inteligencia artificial que nos entrega la información directamente y de manera específica.
De eso se trata el siglo 21: una era en la que la inteligencia artificial (IA) redefine la creación y circulación de información. Por ello, el debate sobre la propiedad intelectual y la sostenibilidad del periodismo cobró relevancia este sábado en la Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).
"Los motores de IA se entrenan con nuestro contenido sin consentimiento ni compensación", aseguró Martín Etchevers, director de Comunicación del Grupo Clarín, durante el panel "Innovación y regulación: un diálogo para el ecosistema de noticias".
El periodista advirtió sobre los riesgos de un entorno digital en el que la IA se alimenta del trabajo periodístico sin reconocer ni compensar a sus autores. Además, alertó que los medios enfrentan una caída del 40 por ciento en las visitas derivadas de buscadores y plataformas, mientras las herramientas de IA duplicaron su tasa de error informativo.
"En agosto de 2025, las diez principales plataformas repitieron información falsa en un 35 por ciento de las respuestas, frente al 18 por ciento del año anterior. Se duplicaron las ‘alucinaciones’ informativas", señaló, en referencia al término usado por The New York Times.
Para Etchevers, el problema es económico y de calidad informativa. “Los motores de IA confunden información real con desinformación fabricada. Sin acuerdos con medios confiables, las respuestas seguirán siendo inexactas”.
Frente a este panorama, Paul Deegan, presidente de News Media Canadá, presentó el modelo canadiense como un ejemplo de regulación activa y protección del periodismo en la era digital.
“Esto es un robo a nivel industrial, y los gobiernos deben lidiar con ello. Queremos que la inteligencia artificial florezca, pero no a costa de la desinformación ni de la ruina de los medios”, advirtió.
Canadá fue pionero en aprobar la Ley de Noticias en Línea (Online News Act), que obliga a las grandes plataformas digitales a negociar acuerdos de licencia y compensación con los medios por el uso de su contenido. Según Deegan, la norma ya redistribuye unos 63 millones de dólares anuales entre las publicaciones periodísticas.
Además, el país implementó créditos fiscales directos que incentivan la contratación de periodistas:
"El gobierno ofrece un crédito laboral reembolsable del 35 por ciento sobre salarios de hasta 85 mil dólares, unos 30 mil por periodista, lo que ha sido clave para sostener redacciones locales", explicó.
El modelo se complementa con una política de publicidad responsable.
“Estamos pidiendo que el 25 por ciento del gasto publicitario del gobierno federal se dirija a medios periodísticos. Hoy, la mayoría del presupuesto termina en Google, Meta o TikTok. Es dinero que debería fortalecer a quienes producen información verificada”, afirmó Deegan.
Lejos de un intervencionismo estatal, el modelo canadiense busca preservar la independencia editorial y la calidad informativa, aseguró el dirigente.
“Canadá es una democracia capitalista. Nadie puede acusarla de estatismo. Pero sí hay una conciencia real sobre cómo sostener un periodismo libre, confiable y económicamente viable.”
El ejemplo canadiense resuena en América Latina, donde los medios enfrentan escenarios de concentración tecnológica y escasez de financiamiento. Etchevers recordó que en Argentina se logró incluir en la ley de campañas electorales una obligación de destinar parte de los fondos públicos a medios digitales periodísticos, un paso, dijo, hacía “reconocer el rol del periodismo basado en hechos frente a la desinformación”.
Al finalizar la charla, ambos coincidieron en que la defensa de la propiedad intelectual periodística debe convertirse en un nuevo contrato global entre los medios, los Estados y las plataformas tecnológicas.
“Las grandes empresas necesitan nuestro contenido para sobrevivir”, concluyó Deegan. “Es hora de que también nos paguen por él.”