Simulacros de realidad en tiempos de la IA

Un par de amigos me han hecho llegar un video suyo en el que son entrevistados en un programa de televisión. La presentadora habla con ellos, gesticula, se dirige a la audiencia al otro lado de la pantalla, es entretenida; les hace preguntas interesantes y alterna entre ellos en el diálogo; mis amigos responden y los puedo notar serenos y cómodos en el tono y el timbre de la voz que les reconozco. Todo es falso.
Los colegas no hablan ni entienden el idioma en que aparecen en el video, la presentadora no existe, tampoco el set de televisión ni la entrevista; las preguntas y respuestas fueron redactadas por un programa de cómputo que evaluó las mejores narrativas para ‘enganchar’ a ciertas audiencias y, como pueden imaginar, todo el video, las luces, el cambio de cámaras, la sincronización de los labios al texto y el envío de todo este artificio dirigido a mi persona fue armado por una extraordinariamente accesible inteligencia artificial.
Ya no extraña esta calidad de falsificación de la realidad y cada vez cuesta más trabajo el discernimiento para evaluar la autenticidad de lo que las herramientas tecnológicas ofrecen como ‘hechos’. Estamos frente a lo que Baudrillard definió como un “simulacro puro”, una simulación avanzada que borra toda distinción entre lo real y lo ficticio; y es que, en el fondo, este tipo de productos de consumo digital no pretenden imitar la realidad sino sustituirla.