Muros de sed

(De raíces, fronteras y otros espejismos)
En la entrega anterior del capítulo Zsssszumm, zssss, zuuuuuuuuuu, (segunda de tres partes): https://quadratin.com/opinion/muros-de-sed-27/
- Los dos ojos de Raúl se encuentran con el cíclope de la .45 de acero brillante. El viejo Joaquín camina lento apuntándole con cierto fastidio. Lucero es espectadora de un trío que nunca más volverá a tocar junto.
Capítulo XXVI, Zsssszumm, zssss, zuuuuuuuuuu
(Tercera de tres partes)
“Hey brother, welcome to hell”.
SKA-P
Fue entonces, cuando las cosas dieron un auténtico giro de noventa grados. El cañón de la escuadra viró vertiginosamente, el Micke se dio cuenta muy tarde de su error. Novatada de plomo. Estaba en terreno abierto, blanco perfecto, venado iluminado por la luz de la luna. Entonces sonaron dos disparos. Misterio de la santísima dualidad. Hijo y espíritu santo que descienden sobre la espalda de Micke. El del diente de oro da un triple giro, marioneta a la que le cortan los hilos. Figura grotesca que escupe sangre por la boca. Los ojos de muñeca en busca del enemigo. La mano desesperada aferrándose a la 007. Empuñándola sin fuerza. Última esperanza de asirse a la vida a navajazos. Los hermanos Coyotes todavía con las armas en todo lo alto acercándose para flanquear al viejo. Un crucifijo ridículo meciéndose sobre el cuello prieto del más chaparro. Y una inútil gorra de pescador que no encuentra sol de que protegerse. Joaquín baja entonces el arma nunca disparada. Oculta la mano que le tiembla en serio. Mano de espolvoreador de azúcar para las donas grasosas que venden en el Jack in the Box. “Así era man, nadie se mete con la gente de San Abedece. ¿O para qué somos paisanos?”, dice el hombre-crucifijo. La sombra mira atónita desde el muelle. Nunca esperó que la escena tomara caminos tan inesperados. Dios escribe renglones torcidos. La cofradía de letrados en el exilio apelando por el fervor patrio. Patria chica, fervor grande. Marejada de nacionalismo lamiendo la arena roja. Las raíces y las fronteras son espejismos. El mar termina llevándoselo todo, despojador nato, para luego, con la misma violencia vomitarlo de regreso. Oportunismo consumado, doble bandera que ondea desde el asta de los héroes populares redimidos. ¡Viva San Abedece cabrones, mueran los culeros extraños hijos de su…! Raúl desafiando a la Gorgona a punto de petrificarse. El miedo catalizador de su escultura de mármol. Ninguna palabra más, de nuevo el silencio, sólo las olas que, impulsadas por la marea, desaforadas, iniciaban el allegro de una sinfonía de noche.
El viejo recibiendo los abrazos de los Coyotes, venga ánimo, pa que son los amigos. El que nos busca nos haya. Y Lucero que en fila esperaba su turno para darle el último y el más fuerte de los abrazos. Los Coyotes alejándose de la escena incómoda del reencuentro amoroso. Sólo una barrida con los ojos para Raúl, advertencia inequívoca, letrero que anuncia, despacio, peligro, intolerancia cercana. La luz resbalando por los cuerpos de Lucero y Joaquín, ansiedad desatada en besos larguísimos.
Manos desesperadas que buscan asideros de carne. Los cuerpos a la arena, mojados por el mar, aceitados, a punto para la reconciliación. Zsssszumm, Zssss, zuuuuuuuuuu… el viento acercando el aguacero.
Otra vez, Raúl alcanzó todavía a echarle una miradita al horizonte antes que la brisa lo cubriera totalmente. Con el agua que chorreaba de su bigote se enjuagó la boca. “Putas”, dijo, “¿por qué carajos tanto agua?”.
Santa Bárbara, California, USA, agosto de 2001.
San Buenaventura, Hidalgo, Tarímbaro, Michoacán.
Bahía Tangolunda, Huatulco, Oaxaca.
Ixtapa-Zihuatanejo, Guerrero, México, enero de 2007.
Chulavista, California, enero de 2011.
La Casita, Ciudad de México, 15 de agosto de 2025.
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