Muros de sed

(De raíces, fronteras y otros espejismos)
En la entrega anterior del capítulo Same: https://quadratin.com/opinion/muros-de-sed-19/
- Una nota guardada en la cartera de Raúl es testimonio del doloroso exilio. También nos muestra que, aunque en la palabra los exiliados construyen un universo casi paralelo, en los hechos los letrados siguen siendo tan ilegales como todos.
Capítulo XX, Time out
Preguntar preguntas,
Preguntar preguntas;
No tengo preguntas
Que preguntar.
Avril Mariana (2 años 5/12)
SIX-SEIS
Raúl Cobarrubias Salazar regresó temprano al departamento de Isla Vista. El trabajo en la gasera era más extenuante de lo que parecía. Se despatarró en un sillón de la sala mientras intentaba quedarse dormido. ¿Qué estaría haciendo Lucero? Después de una noche amnésica, ella se estaba comportando de la manera más impredecible. Y qué decir del viejo Joaquín, del que no sabía nada desde hacía ya casi una semana completa.
En el cajón donde guardaba calzones de rombitos de colores alegres, brillaba la metálica superficie de una impecable escuadra. ¿Qué tan delgada es la frontera entre la vida y la muerte? Un puente de oro que todos podemos cruzar en cualquier momento. Entonces, empezó a sudar frío, los músculos se le tensaron. Dos gotas de ácido le mordieron el estómago. Las armas las carga el diablo, recordó que su padre le decía. De pronto, el silencio se quebró por el riiing, riiiiing, del teléfono. Varios vuelcos dieron su corazón antes de contestar el auricular. “Bueno, bueno. Lucero, ¿qué te pasa?”.
CINCO-FIVE
Lucero aventó la minifalda roja contra la pared, al hacerlo y de rebote arrasó a toda la corte celestial que Josefina había colocado entre las dos camas individuales. Era lo único que le faltaba. Si no la excomulgaban por sus ligerezas lo harían, como al médico de su pueblo, por andar desprestigiando a la Iglesia. Luego, al despojarse del brasier, cayeron al suelo dos billetes de cincuenta dólares. Cuando se agachó a recogerlos pensó sólo un minuto en Raúl. ¿Qué andaría haciendo? Últimamente no tenía mucho tiempo de llamarle y mucho menos de jugar a los noviecitos.
FOUR-CUATRO
El diente de oro del Micke brillaba más que nunca esa tarde. ¿Para qué diablos lo quería el viejo Joaquín? ¿A poco se enojaría por lo del chamaco Marquitos? A lo mejor quería encargarle otro de sus trabajitos.
El Micke, tenía claro que al viejo no le temblaba la mano para cobrar las facturas del pasado. Pero no le temía, lo respetaba porque siempre que el desacuerdo aparecía, el viejo daba la cara para externar su disgusto. No se escondía detrás de ninguna sombra. En cambio, con los Coyotes de San Abedece había que andarse con cuidado. Nunca hacían las cosas de frente. Ni uno a uno. Sólo en bola eran buenos. Eran maestros de la intriga y el chismorrajo. ¿Para qué diablos lo quería ver el viejo Joaquín?
TRES-THREE
El viejo Joaquín tenía que dormir un poco. La vigilia lo estaba volviendo loco. Escuchaba al Isaac que lo impulsaba en su escalada vengadora. No sabía arreglar las cosas de otra manera más que echando mano a los fierros. Así le había enseñado su padre. La tierra se defiende con la fuerza. Pero ahora él no tenía más tierra que la que traía en sus zapatos. El sueño lo fue envolviendo en su red pegajosa. Estaba a punto de quedarse profundamente dormido cuando el repiqueteo del teléfono lo despertó. Todo estaba perdido. Tendría que seguir en vigilia. Escuchó en silencio a través del auricular, luego, casi conmovido, como quien sabe que no tiene más opciones contestó: “Está bien, voy para allá”. Fue todo lo que dijo. Después, se guardó una pistola plateada en la bolsa interior de un chaquetón de gamuza. Ya en la calle el aire terminó por despertarlo. El ayuno continuaba.
TWO-DOS
Una llamada telefónica tenía que agüitar la fiesta que el Coyote de San Abedece ofrecía a sus amigos para despedirse de una vez y para siempre de los negocios.
UNO-ONE
Para Ricardo era otro día de nostalgia lejos de su pueblo. La sonrisa de Britney era el único bálsamo para la pesada carga que lo mantenía lejos de San Abedece. Todo igual, como si no pasara nada. Santa Barbara era sólo eso. Trabajo y nostalgia. Días enteros metido en la gasera, luego llegar a casa y tras sacudirse el olor penetrante del gas con el baño tibio, dedicarse un poco a los hijos. Escuchar música en inglés y lavar los autos o cortar el césped. Tantos años en el Norte le hacían parecer a San Abedece como un espejismo. A veces dudaba si realmente existía el pueblecito. A no ser por las constantes llamadas y los cotilleos de la familia que le aseguraban que San Abedece seguía allí. Que no se había movido un centímetro. Maceta vacía y perforada que lloraba por las raíces de sus hijos, que algún día, habrían de volver al terruño.
ZERO-CERO
...despegamos
“Un azotón de puerta despertó de golpe a Raúl...”
“Cuídate pinche Lucero, el viejo Joaquín ya sabe que andas acá y te está buscando”...
El Micke acarició el mango de la navaja que escondía debajo de la camisa de seda...
El viejo Joaquín cortó cartucho...
El Coyote de San Abedece tiene que tomar una decisión difícil, ¿podrá?...
Cañada Honda, Aguascalientes, México, 18 de julio de 2025.
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