Madres migrantes y el nuevo Papa

@MaElenaEsparza
Tal vez las madres migrantes que resisten los embates de la adiministración de Donald Trump recibieron un buen regalo del 10 de mayo de parte del Colegio Cardenalicio. Hay esperanza.
Con la elección de Robert Francis Prevost Martínez, de 69 años y abierto crítico del presidente estadounidense, este jueves salió humo blanco no solo para la designación del nuevo Papa, sino para la agenda a favor de las poblaciones en movilidad desde una de las sillas de mayor influencia política y ética a nivel global.
Ser madre y migrante es una de las intersecciones de vulnerabilidad de género más delicadas. La Organización Internacional para las Migraciones ha documentado cómo la ruta hacia un mejor futuro está llena de obstáculos, como violencia, precariedad y permanente miedo por la eventual separación familiar.
Un reporte presentado por el organismo recupera historias como la de Ana, hondureña que escapó embarazada y con sus tres hijos de la violencia de su expareja; ha subsistido en Tijuana gracias al apoyo de una comunidad religiosa que cuida a sus hijos mientras ella trabaja. O la de Estrella, mexicana desplazada desde Michoacán quien vive con su hijo en un albergue a la espera de una cita en la app CBP One, servicio cancelado por Trump desde sus primeras horas en la Oficina Oval. Dos de miles en busca del sueño americano. Apenas un vistazo al desafío enfrentado por millones de madres que en todo el mundo caminan hacia un territorio favorecedor del desarrollo de su familia.
Las historias evidencian afectación a múltiples derechos: derecho a la seguridad y a una vida libre de violencia, derecho al asilo, unidad familiar, trabajo digno, salud y derecho de las infancias a un desarrollo integral. Las barreras burocráticas y la falta de atención médica agravan la situación de estas mujeres y sus hijos, quienes habitan en la incertidumbre.
En su discurso inaugural, el Papa León XIV evocó la enseñanza de su antecesor, Francisco, “sobre la importancia de estar cerca de los que sufren” y su cercanía con las personas migrantes. Su propia historia es inspiración en esta materia: nació en Chicago, hijo de padre de ascendencia italiana y su madre española, sirvió dos décadas en una de las regiones más pobres de Perú, donde decidió nacionalizarse. Pertenece a la orden de los Agustinos, conocidos por priorizar la transformación desde la vida comunitaria. Salió por primera vez al balcón Papal con un reloj inteligente, es activo en redes sociales y de hecho ayer se volvió viral un tuit en el que criticaba directamente a J.D. Vance, último personaje público con quien Francisco se reunió.
El panorama global ante el cual habrá de ser mediador con el gran reto de inclinar la balanza hacia las y los más desfavorecidos es complejo. Veremos durante los próximos días y los primeros meses de su pontificado cuánto está dispuesto a exigir frente al estilo bully dominante hoy en y desde Estados Unidos.
La resistencia de las madres migrantes puede anclarse en el rol clave de actores comunitarios, como el nuevo Papa en tanto líder seguido desde organismos internacionales y diversas autoridades nacionales. Se necesita un enfoque estructural que reconozca a las madres migrantes como sujetas de derechos y garantice condiciones de vida dignas para ellas y sus hijos. Lo contrario es seguir romantizando un falso heroísmo en la decisión de migrar con todo y familia.
Por lo pronto, hay esperanza.