Abanico
Reescribir el invierno
El invierno o última etapa de la vida, en los países emergentes es sinónimo de abandono, enfermedad y descuido. El anciano debe atravesar una senda de vulnerabilidad que la sociedad y los gobiernos suelen invisibilizar.
A nivel global, en 2020, las personas mayores de 60 años superaron en número a los niños menores de cinco. Para 2030, una de cada seis personas en el mundo tendrá más de 60 años, y en 2050 la cifra alcanzará los 2,100 millones de personas.
El 80% de las personas mayores vivirá en países de ingresos bajos y medianos hacia 2050. Esto significa que el envejecimiento ya no es solo un fenómeno de Europa o Japón, sino un reto urgente para América Latina, África y Asia.
La población de 80 años o más se triplicará entre 2020 y 2050. Llegará a 426 millones.
En América Latina y el Caribe, el porcentaje de personas mayores pasará de 9% en 2020 a 19% en 2050.
Y aquí nos detenemos. No enumeramos cifras, sino vidas abandonadas a la incuria.
Hay abandono y fragilidad. La falta de sistemas de cuidados de larga duración, pensiones insuficientes y servicios de salud fragmentados hacen que la vejez se viva como un tiempo de precariedad.
La enfermedad se percibe como una carga. Las afecciones más comunes incluyen pérdida de audición, cataratas, osteoartritis, diabetes, depresión y demencia. En países emergentes, estas condiciones se agravan por la falta de acceso a atención médica integral.
La desigualdad es más acuciosa. Las mujeres, que suelen vivir más, enfrentan mayor pobreza en la vejez por trayectorias laborales informales y pensiones más bajas.
En países subdesarrollados, la vejez se vive como una senda pesarosa.
Hay soledad y abandono. La jubilación, la pérdida de vínculos y la falta de acompañamiento convierten la vejez en un tiempo de aislamiento.
Emerge la ceguera social y política. Gobiernos y comunidades suelen invisibilizar esta etapa, prioriza juventudes y productividad, mientras los mayores quedan relegados o con pensiones mezquinas.
El riesgo de exclusión se acendra. Sin políticas de cuidado, los últimos años se transforman en un tránsito marcado por la enfermedad y la dependencia, no por la dignidad.
Aunque la ONU ha declaró la Década del Envejecimiento Saludable (2021-2030), con el objetivo de garantizar que las personas mayores puedan vivir vidas largas y plenas, falta mucho para reforzar sistemas de salud y cuidados de larga duración, garantizar protección social sostenible y promover comunidades inclusivas que reconozcan la vejez como etapa de sabiduría y memoria.
En suma, la vejez no debería ser una senda pesarosa, sino un tiempo de acompañamiento, memoria y dignidad. Catapultar este cambio exige que gobiernos, universidades y comunidades ritualicen la vejez como un bien común, y no como un peso social.
Dignificar el invierno requiere respeto, buscar soluciones que promuevan el alivio del sufrimiento, asegurar el acceso a la salud, vivienda y seguridad, reconocer la singularidad y el trayecto de vida, cambiar la narrativa sobre el envejecimiento y respetar la autonomía y toma de decisiones.
