La llave que salvó vidas: William Rodríguez, héroe del 9/11

MANHATTAN, Nueva York, EU, 11 de septiembre de 2025.- Entre los relatos que emergen de la tragedia del 11 de septiembre, destaca la historia de William Rodríguez, puertorriqueño que con una llave maestra en la mano abrió puertas, guio a bomberos y rescató a quienes luchaban por sobrevivir en las Torres Gemelas.
A 24 años de aquel atentado que marcó para siempre la historia de Nueva York, Estados Unidos y del mundo, Rodríguez habló con Quadratín Hispano y compartió su testimonio como símbolo de coraje y solidaridad en medio del horror, su experiencia recuerda que, aun en los momentos más oscuros, la valentía individual puede salvar vidas y dejar una huella imborrable en la memoria colectiva.
De conserje a rescatista improvisado
Rodríguez recordó que se encontraba en el sótano de la Torre Norte cuando inició el ataque. Desde ese lugar comenzó su esfuerzo de rescate, al salvar a 15 personas atrapadas y, después, guiar a los bomberos con la única llave maestra disponible, piso por piso, oficina por oficina, abrió puertas y ayudó a evacuar a decenas de personas.
“Quedé sepultado bajo los escombros después de haber ayudado a salvar vidas; pasé de rescatista a rescatado”, señaló.
La fe surgió en un momento límite cuando rescató a dos hombres atrapados en un ascensor.
“Yo dije, Dios mío, yo era ateo, yo no creía ni en la luz eléctrica, y en ese momento, yo con una devoción tan grande, yo dije, Dios mío, ayúdame, por favor, ¿qué hago?”. Con un pedazo de metal logró abrir las puertas, encontró una escalera olvidada y sacó a las víctimas, regresando una y otra vez al edificio en llamas.
La llave de la esperanza
Según Rodríguez, en medio del caos, un instante decisivo se dio cuando un oficial de la Policía de la Autoridad Portuaria le pidió que usara la llave maestra para apoyar a los equipos de rescate.
“Ahí están mis héroes, los bomberos de la ciudad de Nueva York, ellos me siguen mientras yo comienzo a abrir puertas, piso por piso, oficina por oficina, esta llave abría todo”, relata. Esa misma llave, a la que llama “la llave de la esperanza”, resultó crucial para acelerar las evacuaciones mientras el edificio colapsaba internamente.
Aunque no era rescatista profesional, la adrenalina y el compromiso lo llevaron a superar sus límites, entre las decenas de historias que cuenta, una de las más conmovedoras fue el intento por salvar a un hombre parapléjico en el piso 27, en medio del caos y la fatiga de bomberos exhaustos. “Yo no lo entendía en ese momento, seguía abriendo puertas, sacando gente, hasta que alguien me dice que había un hombre en silla de ruedas, y aun sin saber cómo, decidí ayudarlo”, recordó.
El horror de aquel día
Rodríguez también compartió con Quadratín Hispano los momentos más desgarradores: cuerpos cayendo desde lo alto de las torres, bomberos que se desplomaban rendidos por el peso del equipo, la desesperación de quienes llamaban a sus familias desde oficinas llenas de humo.
En medio de la confusión, él mismo quedó atrapado bajo los escombros tras el colapso de la Torre Norte. Con la técnica de respiración que había aprendido en su etapa como mago escapista, resistió hasta ser rescatado horas después por un grupo de bomberos.
“Cuando me sacan, pensé que había perdido las piernas por el dolor y las heridas, fue un milagro estar vivo. En ese momento me convertí en sobreviviente y supe que mi vida tenía que cambiar”, dijo conmovido.
Activismo y compromiso social
Su historia se hizo viral en los medios internacionales y lo llevó incluso a la Casa Blanca, donde fue reconocido. Sin embargo, más allá de los homenajes, Rodríguez decidió usar su voz para dar apoyo a las víctimas y sobrevivientes del 9/11, en especial a la comunidad inmigrante e indocumentada que trabajaba en las torres y que muchas veces fue invisibilizada en las ayudas oficiales.
“Muchos no recibieron apoyo y, en el peor de los casos, sus familias enfrentaron procesos de deportación”. Desde entonces, ha dedicado su tiempo a crear programas de apoyo y capacitación en preparación para emergencias, convencido de que la educación y el entrenamiento son la mejor herramienta para enfrentar la adversidad.

Una lección que perdura
A casi un cuarto de siglo del atentado, William Rodríguez continúa compartiendo su experiencia como una advertencia y como un llamado a la responsabilidad colectiva. Para él, la memoria de aquel día no es solo dolor, también es un recordatorio de la capacidad humana de ayudar incluso en las circunstancias más extremas.
“Honro a los que no lograron salir, en especial a más de 200 amigos que perdí aquel día, pero también a los héroes que dieron todo y a quienes lograron salvarse. Por ellos sigue viva la memoria y la lucha que me mantiene en pie, porque cada vida perdida y cada vida rescatada merecen ser recordadas como un legado de esperanza y solidaridad”, concluyó.