Desafían redadas de ICE en Nueva Jersey con patrullas ciudadanas
TRENTON, Nueva Jersey, EU, 23 de noviembre de 2025.- Antes del amanecer, Asma Elhuni sale de su casa, enciende el carro y empieza a recorrer las calles de Trenton, Nueva Jersey. Repite las mismas rutas por vecindarios de alta población inmigrante, siempre en busca de una sola cosa: la presencia de agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE).
“Vamos a zonas con alta densidad de población inmigrante, porque ahí es donde va ICE”, comenta Elhuni, líder del equipo de respuesta rápida de la organización comunitaria Resistencia y Acción en el condado de Mercer.

Nacida en Libia y llegada a Estados Unidos cuando tenía dos años, Asma es hoy ciudadana estadounidense. Cada mañana dedica su tiempo a evitar que otras personas migrantes sean detenidas o, si eso ocurre, a que al menos no enfrenten el proceso solas.
El recorrido inicia en una iglesia en el centro que, según Asma, ha sido visitado varias veces por ICE debido a los programas de apoyo que ofrecen a familias inmigrantes. Incluso el propio párroco se ha sumado recientemente como voluntario en las patrullas ciudadanas.
El servicio de respuesta rápida forma parte de un sistema organizado que busca actuar en cuestión de minutos cuando alguien detecta la presencia de ICE en la comunidad.

“Lo que hacemos es asegurarnos de que la gente sepa sus derechos. Si ICE llega a una casa, les decimos que no abran la puerta sin una orden judicial. Grabamos todo, porque eso nos protege”, explica Elhuni mientras mantiene la vista en el camino.
Son las siete de la mañana, las calles de Trenton aún están casi vacías, mientras la mayoría duerme o se prepara para ir a trabajar. Asma, en cambio, sale a “patrullar” la zona en busca de “carros sospechosos”.
Ventanas polarizadas, antenas largas, chalecos tácticos visibles en los asientos, coches demasiado nuevos y lujosos en barrios mayoritariamente de clase trabajadora. Todo eso se convierte en motivo de alerta.

“Siempre es más de un carro, a veces tres, otras cuatro, pero siempre llegan en manada, a veces sin logotipos oficiales, pero con chalecos visibles dentro”, señala mientras gira el volante con una mano y sostiene, en la otra, un pequeño fajo de volantes.
Cada vez que encuentra un grupo de personas en la calle, baja la ventana, saluda y entrega un volante con un número de teléfono. Y con un español aprendido a la fuerza, repite las únicas palabras que ha memorizado: “si ves la migra, llámanos”.
El mensaje esperado
Mientras el sol termina de instalarse sobre la ciudad y el tránsito empieza a despertar, el teléfono de Asma vibra.
Casi a las 9 horas llega un mensaje por la línea de respuesta rápida: alguien en Princeton reporta un carro sospechoso. Sin detener el auto, reenvía la ubicación al voluntario que patrulla esa zona.
El grupo de chat muestra 96 participantes. “Hace un año eran apenas unos cuatro o cinco”, cuenta. La red creció porque la necesidad creció. Resistencia y Acción acompañan a inmigrantes desde el año 2000, pero el sistema de patrullas nació más recientemente, cuando, según relatan, las redadas comenzaron a ser más frecuentes. “Desde entonces, no hemos parado”, dice.
Hoy patrullan todas las mañanas, de 5:30 a 10:30 horas en Trenton, Hightstown y Princeton.
“Hacemos entrenamientos mensuales, y cada vez se suman más. Ya tenemos más de 90 voluntarios activos”.

El teléfono vuelve a vibrar. Esta vez, ICE ha detenido a una mujer justo al salir de su casa rumbo al trabajo. Asma cambia de dirección y acelera. Pero al llegar, los agentes ya se han ido.
“La joven salió a trabajar y tres hombres bajaron de sus autos, la rodearon, le pidieron documentos… y se la llevaron”, es lo que cuenta la familia. Minutos después, Asma logra contactarla: “está detenida en Mt. Laurel. Por lo menos sabemos dónde está. Podemos empezar a ayudar”, concluye.
Luego repite el mismo procedimiento, entrega un volante, repite los pasos a seguir y promete regresar.
“Desafortunadamente, cuando llegamos, ya se la habían llevado”, admite antes de volver al auto, justo cuando el teléfono vuelve a vibrar.

Al menos estamos ahí
El día avanza y el turno de Asma llega a su fin. Termina en la misma iglesia donde inició el recorrido. Mientras una familia intenta reorganizar su día tras la detención de una mujer que salió de su casa para ir a trabajar y no volvió.
Según la organización, en un 40 por ciento de los casos la simple presencia, la cámara y la presión pública bastan para que ICE abandone un operativo.
En redes circula un video que ya supera el millón de reproducciones. En él, Asma encara a un grupo de agentes de ICE y, con la voz entrecortada pero firme, les cuestiona una y otra vez “¿Cuánto dinero te están pagando por vender tu alma? ¿No tienes familia? ¿No te duele separar la vida de estas personas?”, se escucha en la grabación.
La agente no responde. Asma tampoco espera que lo haga. Pero, tras los gritos, ocurrió lo impensable, la familia fue liberada.
Porque eso es lo único que estos voluntarios pueden hacer: estar ahí, gritar derechos básicos, documentar lo que ocurre, avisar al vecindario. No pueden detener una redada, pero sí impedir que suceda en silencio.

Antes de despedirnos, mientras guarda el chaleco en el asiento trasero y su teléfono vuelve a vibrar, Asma deja escapar una reflexión:“¿por qué hacemos esto? Porque están destruyendo comunidades… y luego tenemos que ayudar a las familias que quedan desamparadas.”
Luego se queda callada, solo un momento. Suficiente para entender que mañana, antes del amanecer, volverá a patrullar.
