
Transforma el exilio la forma de hacer periodismo en América Latina
PRINCETON, Nueva Jersey, EU, 15 de octubre de 2025.- En una era donde la política se mide en “likes” y la verdad compite con la emoción, el periodista y cronista de guerra Jon Lee Anderson, autor de Che Guevara: Una vida revolucionaria, advirtió que el poder se ha desplazado del discurso al algoritmo.
Durante una conversación con la periodista ecuatoriana Gabriela Vivanco, directora de La Hora y presidenta del Comité Ejecutivo de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), en el marco de la 81 Asamblea General celebrada en Santo Domingo; Anderson analizó el modo en que las redes sociales han redefinido el autoritarismo, transformando el populismo en una maquinaria digital capaz de fabricar adhesión, miedo y fe.
"El hábil manejo de las redes sociales, la comprensión de la fórmula para acceder al poder saltando los pasos previos, los buenos modales, el buen juicio. Hoy, lo que importa es cuántos seguidores tienes. No importa si hablan mal de ti, mientras te comenten", afirmó el periodista.
Anderson explicó que los nuevos caudillos, Donald Trump, Jair Bolsonaro, Nayib Bukele, Javier Milei, descubrieron que en el ecosistema digital no gana quien convence, sino quien domina la conversación. El escándalo es moneda y la polarización, combustible.
"Ellos comprenden una lógica que no parte del raciocinio. Es la lógica de los vendedores de productos. Con unas pocas palabras o imágenes clave atrapan al público, y a partir de ahí les pueden vender productos o ideas", dijo.
Esta lógica del mercado emocional convirtió la política en espectáculo y el liderazgo en branding. En la era del algoritmo, la indignación genera clics y los clics se traducen en poder. Lo que antes requería partido, ideología o programa, hoy basta con un tuit incendiario, un meme eficaz o un video viral.
"Todos llevamos un espejo mágico en la palma de la mano", dijo, refiriéndose al teléfono celular. Ese espejo, que refleja deseos y miedos, ha sustituido la plaza pública.
"Ponerte una gorra MAGA no te hace patriota, igual que ponerte una camiseta roja no te hace revolucionario. Pero te hace sentir parte de algo".
Ese “algo” es el culto digital al líder, una comunidad emocional donde la identidad reemplaza al pensamiento y la pertenencia sustituye al análisis. Lo que antes era militancia hoy es engagement. El ciudadano se volvió seguidor; el disenso, traición; la razón, ruido.
Y para ilustrar el fenómeno, el autor citó el ejemplo del Che Guevara, el rostro más reproducido del siglo XX, anticipó el poder simbólico de la imagen.
“El Che irrumpe en los años 60, la era de la televisión. Su cara, su boina, incluso su muerte, adquirieron una potencia duradera”, recordó.
El Che, explica, nació con la televisión; Trump, Milei o Bukele nacieron con internet. En ambos casos, la imagen superó a la idea. “El marxismo jugó con la religiosidad del sacrificio; ahora el algoritmo juega con la emoción del enojo.”
Anderson recordó que en varios países, la visibilidad digital ha sido el detonante de rebeliones contra el poder absoluto.
"La internet es clave en todos estos cambios", explicó, al relatar cómo la caída del régimen de Gadafi comenzó cuando los jóvenes libios vieron en redes los videos de los hijos del dictador, exhibiendo lujos, autos deportivos y fiestas con celebridades.
Esa brecha entre el discurso del sacrificio y la realidad del privilegio encendió la indignación colectiva. "Uno nunca sabe de dónde vendrá el detonante", dijo.
En la era del celular, una sola imagen puede desarmar el miedo construido durante décadas. Lo que antes se ocultaba tras los muros del poder, hoy se transmite en vivo. La viralidad, entonces, se vuelve un espejo que no solo refleja el abuso, sino que puede fracturarlo.