Redefine IA la comunicación con interfaces invisibles y silenciosas

PRINCETON, Nueva Jersey, 5 de octubre de 2025. - En un futuro no tan lejano, podríamos dejar de mirar pantallas para interactuar con la inteligencia artificial (IA) a través de la mirada, el gesto o incluso el pensamiento. Es el siguiente paso en la carrera por interfaces humanas invisibles: dispositivos que se acoplan a los sentidos humanos para reducir o eliminar la pantalla del teléfono.
Ejemplos recientes marcan la tendencia. Las nuevas gafas de Ray-Ban asistidas por Meta que permiten leer mensajes o traducir conversaciones en vivo sin necesidad de usar el celular. Por su parte, AlterEgo, una spin-off del MIT Media Lab, desarrolla un dispositivo capaz de interpretar señales neuromusculares de la mandíbula y la garganta para posibilitar la comunicación silenciosa con aplicaciones y asistentes virtuales.
La compañía lo describe como un salto “casi telepático”, heredero de un prototipo académico presentado en 2018 que demostró que la subvocalización podría transcribirse con precisión sin necesidad de emitir sonido.
En conjunto, estas tecnologías muestran una dirección clara: la IA que se acerca al cuerpo. Ya no hace falta escribir ni hablar; basta mirar, hacer un gesto o articular palabras en silencio.
El aula como laboratorio social
Para Alexandra Valencia, profesora de español como lengua extranjera en Estados Unidos y consultora en inteligencia artificial, estas innovaciones resultan atractivas, aunque no están exentas de riesgos.
“Es muy interesante, porque libera las manos y permite hacer multitasking. Estoy de acuerdo en que ayuda a agilizar tareas, a ahorrar tiempo y a ser más eficiente”, explicó en entrevista con Quadratín Hispano.
Pero en su experiencia como docente, advierte que la inmediatez de la IA puede tener un efecto colateral en el aprendizaje de los más jóvenes.
“Mis estudiantes adolescentes no quieren escribir. Para ellos, tomar una hoja y un lápiz es una tortura. Y está demostrado que aprender escribiendo, tomar notas, memorizar y resumir ayuda a fijar el conocimiento en el cerebro”, señaló.
Según Valencia, la dependencia excesiva de la IA está erosionando habilidades cognitivas básicas.
“Los jóvenes están en problemas. No retienen información. Hacen un prompt y obtienen una respuesta, pero media hora después ya no recuerdan lo que dijeron”, advirtió.

El dilema de la privacidad
La otra gran preocupación es la privacidad. Dispositivos como las gafas inteligentes integran cámaras y sistemas de reconocimiento facial capaces de grabar y analizar lo que ocurre en espacios públicos.
“La gente puede ir con unas gafas a cualquier lugar público, y esas gafas pueden reconocer rostros, filmar conversaciones o grabar lo que dices. Y todo eso, después, puede usarse en un juicio. Es un arma de doble filo: se puede emplear tanto para bien como para mal”, agrega la docente.
El reto, advierte, es que la innovación tecnológica avanza a un ritmo muy superior al de la legislación. “La tecnología va muy rápido, mientras que el gobierno y las leyes avanzan muy lento”, resumió.
Organizaciones de derechos digitales coinciden en que estas interfaces plantean desafíos inéditos: desde la necesidad de consentimiento claro y visible hasta límites sobre la retención y uso de datos biométricos. Expertos subrayan que, si no se establecen reglas claras, el riesgo es normalizar la vigilancia sin que los ciudadanos tengan mecanismos efectivos de control.