Conquista el encanto del Eje Cafetero a los corazones mexicanos
TRENTON, Nueva Jersey, EU, 8 de noviembre de 2025.- En el corazón de los Andes colombianos, entre montañas cubiertas de neblina, plantaciones infinitas de café y caminos bordeados de flores, se encuentra el Eje Cafetero, una de las regiones más encantadoras y biodiversas de Colombia. Compuesto por los departamentos de Caldas, Quindío y Risaralda, este territorio ha ganado fama mundial por su paisaje cultural, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2011 y por el calor humano de su gente.
Esta zona combina naturaleza exuberante, arquitectura tradicional y experiencias únicas en fincas donde los visitantes pueden conocer el proceso del café. En los últimos años, se ha convertido en un destino turístico de referencia para viajeros de América Latina y Europa que buscan contacto con la naturaleza, descanso, gastronomía auténtica y hospitalidad campesina.
Entre estas montañas se ven millones de turistas a diario, esta vez visitantes mexicanos que llegaron desde Mérida, Yucatán y compartieron con Quadratín Hispano su experiencia recorriendo esta región, donde dicen haber encontrado un pedazo de hogar lejos de casa.
La calidez de la gente, la hospitalidad en cada finca y el sabor inigualable del café fueron los ingredientes que más destacaron de su viaje. Tanto Cristina Sánchez como Silvia Castellano coincidieron en que Colombia, y en especial su zona cafetera, tiene algo que va más allá del paisaje, para ellas es una energía que abraza y una cultura que invita a quedarse.
Cristina, quien también visitó Cartagena y Medellín, aseguró que el Eje Cafetero le robó el corazón desde el primer día.
“Definitivamente, visité Cartagena y Medellín, pero me quedo con esta zona. A mí me gusta mucho la naturaleza y aquí lo que hemos visto me ha dejado maravillada, la fauna, el clima, la gente tan amable y cálida que te hace sentir como si estuvieras en tu casa. No te conocen, pero todos te saludan y te sonríen. Medellín me encantó, pero el Eje Cafetero me fascinó aún más”.
La mexicana relató que cada día fue una nueva sorpresa, desde los paisajes llenos de flores hasta el olor del café recién molido, tan distinto al de su tierra natal.

“Yo soy de Yucatán, donde el clima es muy diferente, más caluroso y seco. Aquí se respira frescura, vida. Lo que más me gusta es que no importa si estás en una finca o en el pueblo, la gente siempre te trata con cariño, con respeto, con esa alegría que solo se siente en Colombia.
“Todos los cafés que he probado aquí son deliciosos, cada uno tiene su toque especial. Pero lo que más me sorprendió es que no necesito ponerle azúcar. En México a veces el café me causa gastritis, pero aquí no. Siento que es por lo natural, por cómo viene directo de la finca a tu mesa. Es suave, puro y me encanta tomarlo así, tal cual”, dijo Cristina.
Por su parte, Silvia aseguró que la mezcla de naturaleza, descanso y cercanía con la gente la hizo sentir como en su propio país.
“Nos ha asombrado muchísimo la naturaleza, los pajaritos que no le tienen miedo a la gente, eso es impresionante y la gente tan hospitalaria, tan linda. Nos hemos sentido como en casa, relajadas, en paz, disfrutando las vacaciones. Todo lo que hemos visitado ha sido espectacular, de los mejores lugares que hemos conocido”, comentó emocionada.
La Colina, conexión con la naturaleza
Detrás de este paraíso natural está doña Nubia, fundadora de La Colina, quien lleva años construyendo un espacio donde el descanso, la conexión con la naturaleza y la buena energía son protagonistas. Su finca, ubicada entre montañas, combina jardines zen, flores nativas y vistas que parecen sacadas de una postal.
“La Colina nació de un sueño que tenía hace muchos años. Cuando compramos el terreno no había nada, todo lo construimos con la idea de ofrecer un servicio diferente. Fueron dos años de trabajo, luego llegó la pandemia, y aunque fue difícil, seguimos adelante porque sabíamos que este lugar tenía algo especial”, contó con orgullo doña Nubia.
La dueña de este lugar, explicó que cada jardín fue diseñado con intención y simbolismo, buscando transmitir armonía y paz.
“Tenemos un jardín zen inspirado en la meditación japonesa, un jardín de hadas y estamos proyectando un jardín tropical. La idea es que cada rincón tenga su esencia, que la gente sienta calma y buena energía en cada espacio”, explicó mientras mostraba los senderos adornados con flores y esculturas.
Finalmente, la anfitriona invitó a viajeros del mundo a descubrir el Eje Cafetero desde la tranquilidad de La Colina.
“Queremos que quienes nos visiten se sientan en casa, que disfruten del silencio, del canto de las aves y del café recién hecho. Este lugar es para reconectarse con uno mismo, para respirar paz y llevarse un pedacito del alma cafetera”, concluyó.
Hoy, el Eje Cafetero no solo se consolida como un destino turístico de renombre, sino como un territorio donde el alma descansa. Entre montañas cubiertas de verde, tazas de café servidas con amor y sonrisas sinceras, los viajeros descubren algo más que un paisaje.
