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Jefes proscritos
En la era digital, donde la colaboración e innovación constante determinan el crecimiento empresarial, el liderazgo controlador representa un obstáculo.
Actúan en perjuicio de los proyectos las personas que ejercen microgestión constante. Es decir, supervisa cada detalle, no delegan y corrigen de manera obsesiva. Muestran desconfianza hacia el equipo, pues parten de la idea de que nadie puede hacerlo mejor que ellos. También centralización las decisiones y todo pasa por su aprobación, lo que ralentiza procesos.
Estos jefes bloquean la innovación y los empleados no se atreven a proponer ideas nuevas por miedo a ser descalificados. Generan desgaste emocional, frustración, ansiedad y sensación de inutilidad en el equipo y el trabajo en equipo se debilita al fomentar competencia interna y dependencia excesiva del jefe.
Por supuesto, los jefes altamente controladores pulverizan el intraemprendimiento y las iniciativas internas mueren porque no hay espacio para autonomía ni riesgo controlado.
Entre las principales estrategias para contrarrestar este tipo de jefes proscritos están los siguientes mecanismos:
Fomentar autonomía progresiva: demostrar con resultados que el equipo puede trabajar sin supervisión constante.
Comunicación asertiva: plantear al jefe cómo la microgestión afecta la productividad.
Crear espacios de innovación protegidos: talleres, hackathons internos o proyectos piloto donde el control sea mínimo.
Apoyo entre pares: fortalecer la colaboración horizontal para compensar la falta de confianza vertical.
Un jefe controlador puede mantener la “eficiencia” a corto plazo, pero destruye la cultura de innovación y la motivación. La clave está en reconstruir confianza y abrir espacios donde el equipo pueda experimentar y crecer.
¿Conoces a algunos de estos jefes autoritarios?
Uno de ellos es El Patriarca en el libro El otoño del patriarca de Gabriel García Márquez. Representa al dictador eterno, un jefe que controla cada aspecto de la vida nacional. Su poder es tan desmesurado que paraliza la sociedad, impide la creatividad y convierte a los ciudadanos en súbditos pasivos.
Es una metáfora de la microgestión llevada al extremo: nada ocurre sin su visto bueno, lo que desvanece cualquier iniciativa independiente.
Otro jefe proscrito lo describió Miguel Ángel Asturias en el Señor Presidente: Figura central de la novela, encarna el autoritarismo en Guatemala.Su estilo de mando se basa en el miedo, la manipulación y el control absoluto.
Los personajes viven bajo su sombra, incapaces de emprender proyectos propios o de confiar en el trabajo colectivo. Asturias muestra cómo un jefe controlador destruye tanto la innovación como la dignidad humana.
Ambos personajes litearrios ejercen microgestión total, no delegan y vigilan cada movimiento. Bloquean la innovación y cualquier idea nueva es vista como amenaza. Destruyen el tejido social y el trabajo en equipo se sustituye por obediencia ciega.
En la literatura hispanoamericana, estas figuras se convirtieron en arquetipos del “jefe proscrito”: líderes que, en lugar de potenciar a su gente, la reducen a piezas de un engranaje controlado.
