Venezuela: los santos son para todos

Este 19 de octubre, el papa León XIV canonizó a siete hombres y mujeres que ganaron la santidad por diversas razones en muy distintos contextos sociales y culturales. Desde cristianos mártires que padecieron el genocidio de su pueblo, hasta religiosas dedicadas intensamente en apostolados de promoción humana y laicos que, inscritos en su realidad, vivieron la caridad cristiana de forma heroica.
Dos de estos santos destacaron en la prensa: la religiosa venezolana Carmen Rendiles Martínez y su compatriota laico José Gregorio Hernández Cisneros, conocido popularmente como ‘el médico de los pobres’. Este último personaje simboliza aspectos de gran impacto para la historia, la cultura y la actual política de la nación bolivariana. Su canonización, por tanto, ha sido un gesto de múltiples implicaciones sociales e incluso geopolíticas.
Como se sabe, en los últimos años pero particularmente en las más recientes semanas, la tensión política en Venezuela se ha recrudecido con una serie de declaraciones del mandatario estadounidense, Donald Trump, orientadas a la posibilidad de una intervención bélica unilateral para destronar del poder a Nicolás Maduro e instaurar un régimen político afín a los intereses norteamericanos. Esta tensión incluso se reactivó con el reconocimiento a la líder política opositora al régimen chavista, María Corina Machado, como premio Nobel de la Paz para este 2025.
El régimen dictatorial en Venezuela ha intentado mantenerse en el poder de todas las formas posibles e incluso ya ha robustecido sus fuerzas armadas previendo una potencial invasión militar. Y, sin embargo, aunque las autoridades fieles a Maduro son repudiadas prácticamente en todo el escenario internacional –con exóticas excepciones–, la Iglesia católica local y los operadores del Vaticano (el sustituto de la Secretaría de Estado de la Santa Sede es maracaibero, Edgar Peña, quien por cierto ha tomado un particular protagonismo en el pontificado de León XIV) han debido mantener una diplomacia gentil y hasta complaciente con el régimen, justo por la relevancia que ha implicado la canonización de los primeros venezolanos de la historia y especialmente del médico Gregorio Hernández, cuya figura, además de devocional-católica, es política y culturalmente aceptada en todos los estratos sociales.
De hecho, uno de los programas de asistencia y responsabilidad social del gobierno venezolano dirigido a las personas con discapacidad, lleva el nombre del ahora santo “Bono José Gregorio Hernández” debido a que, entre el pueblo local, la fama del laico católico es muy intensa, casi con trazas de magia y misticismo. A ras de suelo, por ejemplo, las historias populares sobre el ‘médico de los pobres’ son de lo más variopintas: desde las personas enfermas que aseguran haber recibido su milagrosa visita a mitad de la noche cuando más se le necesitaba; hasta pomadas, aguas y ‘medicinas’ mágicas cuyas ‘fórmulas científicas’ habrían sido reveladas por el santo para curar todos los males.
Involuntariamente, Gregorio Hernández forma parte de esa tradición popular duramente arraigada en aquellos países que, al final del siglo XIX e inicios del XX, padecían grandes carencias básicas, especialmente de orden sanitario y educativo, mientras se deslumbraban con los avances tecnológicos de la época: la luz eléctrica, la radio, las modernas droguerías y los automóviles. Los ‘santones’, curanderos, chamanes y místicos sincréticos de principios del siglo pasado son un fenómeno compartido en varias localidades latinoamericanas; y sus implicaciones sociales no han sido menores ni para las religiones formalmente constituidas ni para los procesos de secularización institucional que las Repúblicas aspiran; pero forman parte respectivamente de la identidad y las culturas nacionales.
En Venezuela, la canonización de ambos personajes –pero en especial por el médico Hernández– logró unir momentáneamente a una ciudadanía tensionada hasta la violencia por la radicalización política; así, como no sucedía hace mucho, tanto personas afines al régimen como opositores fueron parte del mismo pueblo y celebraron incluso el deseo expresado por el presidente: “Es un día de júbilo espiritual para toda Venezuela y más allá de nuestra frontera… hemos elevado una oración por el espíritu eterno de quien va a ser santo, también el papa Francisco, que le dio este regalo tan hermoso a Venezuela”.
Tiene razón, los santos venezolanos son ya universales y quien ha puesto esta semilla de unidad en el pueblo ha sido el papa Francisco quien declaró beato al ‘Médico de los pobres’ en medio de la pandemia de COVID-19 y quien firmó su canonización desde el hospital durante su larga enfermedad en febrero de este año. Ya lo dijo León XIV en la ceremonia de canonización: “Es esta fe la que sostiene nuestro compromiso por la justicia, precisamente porque creemos que Dios salva el mundo por amor, liberándonos del fatalismo”.
Ante los tambores de guerra, los santos venezolanos –que son de todos– reafirman que hay esperanza para construir justicia, paz y libertad sin destrozarlo todo en el proceso.
Director VCNoticias.com
@monroyfelipe