¿Por qué se vota como se vota?

En un diálogo reciente entre el nobel Paul Krugman y el encuestador G. Elliott Morris de Strength in Numbers, se pregunta por qué perdieron los demócratas en la pasada elección presidencial. Refieren a que fracasaron en la narrativa y la percepción en inflación e inmigración, es decir, la baja aprobación del gobierno de J. Biden abrió el camino a Trump para ganar la presidencia.
El encuentro muestra que situación es compleja. Entender al votante requiere interiorizar en el mundo de las emociones. Los encuestadores tienen la inclinación, por la manera como se realizan los estudios cuantitativos, de entender al respondiente en términos racionales. Por tal consideración siempre es recomendable asociar el estudio cuantitativo al cualitativo, incluso crear reactivos proyectivos o de respuestas abiertas, como lo hace Morris que den posibilidades para incursionar en estos complejísimos territorios. Las encuestas suelen equivocarse de manera reiterada, a veces con consecuencias dramáticas, caso del gobierno británico de David Cameron, que concedió el referéndum sobre el Brexit bajo la idea de que la salida de la Unión Europea, según los encuestadores, sería ampliamente rechazada.
Pero, la sociedad ahora, por muchas razones a considerar, es diferente. No se trata solo del descrédito de la democracia representativa y sus instancias, el descontento derivado de la desigualdad, la falta de oportunidades o con el rechazo a la inmigración por razones económicas; también tiene que ver con la manera en que la sociedad hoy se informa, participa, entretiene y convive. Por ejemplo, el mundo digital, que recrea formas de identidad distintas a las del pasado, y el cambio social que abre exigencias y anhelos, no todos materiales, no fáciles de satisfacer. Además, la sociedad no es un todo homogéneo, la agregación sociodemográfica convencional no es suficiente, se requiere segmentar por emociones, y reconocer las complejas identidades de la sociedad contemporánea.
Las explicaciones de los encuestadores seducen porque casi siempre a escenarios inciertos ofrecen respuestas sencillas, convincentes, pero con frecuencia insuficientes y a veces francamente falsas. El diálogo de dos personas de excelencia intelectual, como el del nobel y el encuestador, revela la dificultad para entender la manera en que el populismo se apodera del colectivo, no sólo para ganar la elección, sino para destruir bases de la democracia representativa, con elevadas cuotas de consenso y una marginal indiferencia social. Lo que ocurre en EU es considerablemente menor, respecto a lo que sucedió y sucede en México con el obradorismo, porque aquí nunca ha arraigado la democracia liberal, como se advierte en las elites, en el debate público, el arraigo social de los partidos y en los medios de información. Una democracia que no se aprecia, no se cuida, esa es la diferencia. Desde tiempos ancestrales México está a la espera de su Salvador, en EU de origen generaron contrapesos al ejecutivo y declararon que la soberanía popular radicaba en la Cámara de Representantes, esto es, la de diputados.
Las explicaciones para inferir el sentido del voto son diferentes respecto al tipo de elección. Más allá del voto diferenciado, en toda contienda nacional el efecto del candidato presidencial tiene una fuerza simbólica mayor respecto a los partidos o las contiendas locales. En una elección intermedia la situación es diferente. Las elecciones locales cobran mayor fuerza respecto a consideraciones nacionales. Los partidos ganan más en la medida en que se articulan a la elección local, particularmente la de cargos municipales y de ejecutivos locales. Desde luego, el descontento o adhesión respecto al partido gobernante cobrará impacto, pero se procesará con más fuerza en el ámbito local, siempre a partir del juego de símbolos que se asocian al candidato, partido y programa de gobierno.
Esto tiene claras implicaciones prácticas. En EU, para la elección de noviembre de 2026 la situación es adversa para los republicanos y difícilmente tendrán mayoría no sólo por la percepción sobre la economía, sino también por lo que representan Trump y los republicanos para los electores, no sólo en sentido económico. En México, reto monumental para Morena será obtener más de 38% de los votos, a pesar del notable deterioro de las oposiciones, de la parcialidad del gobierno y de las instituciones electorales, así como de la ausencia de efectivo escrutinio social. Los gobiernos locales y municipales de Morena en su mayoría son un desastre y nada hay en el horizonte para que cambie. Al final de cuentas sobre el homo œconomicus, habrá de prevalecer la tesis de que, al menos para la elección intermedia, como dijera el legendario “Tip” O’Neill Jr, toda política es local y agregaría, en el juego de las emociones.