Abanico

Decidir morir
Voluntad anticipada y eutanasia son dos figuras que rebasan lo jurídico y ponen en la mesa la dignidad humana, pero también la decisión controvertida de asumirse como dioses. Optar por una de ellas es entrar, necesariamente, en una espiral de dolor.
La voluntad anticipada como acto de autonomía radical. Sin embargo, ¿Es libertad o una forma de anticipar el miedo?
En la Ley de Salud de la Ciudad de México, la voluntad anticipada es “el acto que expresa la decisión de una persona con capacidad de ejercicio, de ser sometida o no a medios, tratamientos o procedimientos médicos que pretendan prolongar su vida cuando se encuentre en etapa terminal y, por razones médicas, sea imposible mantenerla de manera natural, protegiendo en todo momento la dignidad de la persona”.
La eutanasia, en cambio, es el acto de poner fin a la vida de una persona con el propósito de evitar el sufrimiento causado por enfermedades que ya no tienen cura. Está prohibido en la Ley General de Salud, artículo 166 Bis 21.
Y aquí aparece el dilema ético: ¿es un acto de compasión o arrogancia divina?
Hoy, cuando los artículos 51 Bis 2, 74 Ter y 75 Ter de la misma ley establecen el derecho a fijar los límites para recibir o no un tratamiento cuando la persona no pueda otorgar su consentimiento, así como el derecho a revocarlo, debe considerarse que toda decisión en este campo nace del dolor, no del capricho.
¿Cuándo digo adiós cuando mi cuerpo ya me abandonó y me insta a irme, corto de tajo, acabo con todo o impongo la dignidad como resistencia?
¿Puedo terminar el don más grande si me desmorono o debo sentir la fragmentación más acuciante porque no soy dueña de mi vida?
Actualmente estados como Ciudad de México, Coahuila, Aguascalientes, San Luis Potosí, Michoacán, Hidalgo, Guanajuato, Guerrero, Nayarit, Estado de México, Colima, Oaxaca, Yucatán y Tlaxcala aprobaron la voluntad anticipada bajo sus respectivas legislaciones.
La eutanasia no, está prohibida.
Pero más allá de lo que dice la ley, ¿cómo se regula lo irreductible?, ¿Puede el derecho acompañar sin invadir?
Y el derecho entonces se vuelve bastón o se convierte en jaula. Y los razonamientos ético-morales, chocan con reglamentos inamovibles de las religiones, de los convencionalismos aprendidos sobre los designios divinos, de la pulverización de carne y huesos en el dintel de la vida.
¿Quién decide existir?
¿Qué debe considerarse antes de optar por un último momento? No somos dioses, pero cada uno de nosotros decide como nombra al dolor.