Destaca familia migrante tradición centenaria con Coca-Cola artesanal

MANHATTAN, Nueva York, EU, 2 de agosto de 2025.- En busca del sueño americano, una familia proveniente de Alemania llegó a Nueva York hace más de un siglo sin imaginar que terminarían fundando una de las tiendas más auténticas.
En una pequeña esquina del Upper East Side, justo en la 83 con Lexington Avenue, existe un lugar que parece detenido en el tiempo, cuando ingresas es como si retrocedieras más de 80 años.
Allí, la Coca-Cola no viene de una botella ni de una máquina moderna, se mezcla a mano como hace más de un siglo, con soda y jarabe y como si fuera poco, tiene un toque particular y es que al final le ponen una bola de helado por encima, una experiencia al paladar que hay que probar.

Se trata de Lexington Candy Shop, un dinner que lleva más de 100 años deleitando a neoyorquinos y turistas con su estilo retro, su comida casera y su fidelidad a las tradiciones. Aunque su nombre puede confundir porque muchas personas creerían que es una tienda de dulces y jamás imaginarían que es uno de los lugares donde se puede ver cómo se prepara la Coca-Cola como en los años 20.
“Esto no es solo un restaurante, es un pedazo de historia, aquí la gente no solo viene a comer, viene a recordar. Se han cambiado algunas cosas, claro, el piso, por ejemplo, y algunos mesones que ya estaban muy gastados pero el espíritu sigue siendo el mismo; el olor, el ambiente, los sonidos; todo es igual que hace décadas”, indica John Phillis el encargado no solo de la tienda sino también que ayuda a preparar la comida; este hombre lleva 35 años trabajando en el lugar y conoce cada detalle, cada secreto, y cada receta como la palma de su mano.

El local fue fundado por el abuelo del actual propietario, una familia proveniente de Alemania que llegó a Nueva York en busca de un sueño. Desde entonces, el lugar ha pasado de generación en generación, resistiendo a las modas, al paso del tiempo y a la transformación del vecindario.
“Aquí han venido desde turistas hasta actores famosos pero lo que más me gusta es ver a los abuelitos que traen a sus nietos y les dicen Aquí venía yo cuando tenía tu edad, me gusta que vivan experiencias diferentes acá.

“La colección de botellas es una joya en sí misma, hay ediciones antiguas de Asia, Europa, América Latina y África, también tenemos carteles originales de los años 50 y fotografías de estrellas de cine que alguna vez pasaron por este lugar”, afirma el encargado mientras muestra algunas de las fotografías exhibidas.
Además de la icónica soda, Lexington Candy Shop ofrece desayunos clásicos y platos sencillos pero con ese toque americano único, como huevos revueltos con pan tostado, sándwiches recién preparados, omelets y batidos espesos servidos en vasos de vidrio con pitillo rojo.

“La receta de la Coca-Cola a la antigua es sencilla, pero requiere práctica, usamos jarabe de cola, agua con gas, hielo y una mezcla especial que le da ese sabor único; luego viene la magia, la bola de helado encima que lo convierte en un Coke Float, como lo llamaban antes, menciona.
Agrega que la tradición es la marca del lugar. "Acá tenemos algo muy particular y es que no manejamos nada de tecnología, si ves no tenemos un solo computador, si acá vienen 15 personas y piden algo soy capaz de memorizar y hacer lo que pidan, no manejamos nada de máquinas actuales”, explica Philips.

Más allá del sabor, lo que conquista es el ambiente, las sillas giratorias en la barra, las mesas de fórmica, los letreros antiguos, todo transporta a otra época.
Lexington Candy Shop no es solo una parada para los amantes de la Coca-Cola, sino una cápsula del tiempo que sigue latiendo en un rinconcito de Manhattan.