Muros de sed

(De raíces, fronteras y otros espejismos)
En la entrega anterior del capítulo Olas: https://quadratin.com/opinion/muros-de-sed-15/
- Raúl amanece en la cama con Lucero sin acordarse de que fue lo que pasó durante la noche.
- Raúl describe las geografías corporales de Lucero con la imaginación del indocumentado que cruza el desierto con la lúbrica esperanza de alcanzar la teta verde, el sueño americano.
Capítulo XVI, Party
Y ahí estaba ella con su peluca rubia. Todo era de gran lujo. El piso forrado de un cuidadísimo parquet reflejaba lo más alto de sus muslos. Se sentía incómoda con aquella minifalda roja que apenas se había comprado en JC Peaney, pero el azul del mar que se extendía tras los ventanales de la terraza la calmaba. La hacía fuerte. En la mesa de centro de una amplia sala forrada de piel blanca descansaban varias botellas de whisky y todo un arsenal de cervezas de lata. Adentro, más allá del pasillo y en una de las dos habitaciones, el Micke dormía. Los ronquidos del del (¿del de?) diente de oro retumbaban por todo el departamento. Y si estaba ahí, era porque aún no terminaba de pagarle la pasada al Coyote. Así es que pensó, que sin ya nada más que perder, bien podría asistir a esa pequeña fiesta y de paso conocer uno de los mejores hoteles de Santa Barbara: El Bacara. El Micke te tomó de la mano y acercó sus gruesos labios a tu boca. Dudaste si esquivar el beso, pero de hacerlo sabías que tarde o temprano lo ibas a tener que aceptar. Eras un puerco en día de fiesta perseguido por el matarife con el cuchillo desfundado. Así que lo aceptaste. El bigote te picó los labios y te quedó en la boca el sabor agrio del alcohol. Que diferencia de los besos de Raúl, pensaste. Delicados, tiernos, pachones como las alfombras en las que tus zapatos se sumían completamente. “ Vamos al cuarto, baby, pronto empezarán a llegar los invitados”. Subieron a un elevador. El corazón se te hizo nudo cuando empezaron a ascender. Abajo se quedaba la impenetrable frontera custodiada por la security del Bacara. Acababas de franquearla, pero esta vez no estabas segura si estabas haciendo lo correcto.
No recordabas si pasó una hora o siete minutos. Luego, una voz ronca te llamó desde el fondo del pasillo. “¿Ónde te metiste baby, no quieres venir a jugar con tu papi?”. El Micke estaba despertando. Aunque desde que recibiste la llamada sabías exactamente cuál era la forma en que tenías que pagar tus deudas, no dejó de incomodarte la manera brusca en que el Micke te quitó la ropa, hizo lo que tenía que hacer y luego se quedó roncando en la enorme cama. Todo así de rápido. Tras, tras, tras y ya. Carrera contra reloj. Rompe récords. El sol empezaba a sumergirse en el mar. Era la mecha de una vela apagada con saliva. El mar se hizo noche.
La Casita, Ciudad de México, 4 de julio de 2025.
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